Del significado al patriarcado

Hace un par de días leí un artículo que informaba de que la RAE va a suprimir varias acepciones machistas del diccionario. Es este. Sí, podéis quedaros a cuadros con las joyitas que esconde esa institución que todo lo sabe.
Después leí las declaraciones del director de la Real Academia Española, que afirmaba que “lo que no se puede pretender es cambiar la realidad a través del diccionario. Si la sociedad es machista, el diccionario la reflejará. Cuando cambia la sociedad, cambia el diccionario”. Y entonces la realidad me dio una colleja: pero es que no solo existen estas acepciones ridículas, absurdas y vergonzosas, sino que hay muchas otras para las que ni se ha planteado eliminar la acepción machista. O si no me creéis, ¿quién piensa en su animal de compañía cuando oye decir “perra”?
Como bien planteó este señor director, el lenguaje representa la realidad. En ese caso, me llena de orgullo y satisfacción que nuestra sociedad esté cambiando (porque si lo dice la RAE, es que debe ser verdad y que lleva pasando varios años, visto el ralentí al que trabajan en dicha entidad). Todos los que conocen un poco el mundillo de las letras saben que existe un debate as old as time: ¿nuestra lengua determina lo que pensamos, o lo que pensamos determina nuestra lengua?
Sea como fuere, una cosa es segura: el lenguaje español es machista hasta decir basta.

Pero ¿en serio? ¿Hace falta que lleguemos a 2014 para que una madre pase a ser algo más que una mujer casada o viuda? Yo pensaba que en la mentalidad actual –y desde hace varios años, vaya– una madre era aquella mujer que tenía uno o varios hijos, y punto. Menuda ignorante. ¿De verdad sigue llamándose “cocinilla” a un hombre que se entromete en cosas domésticas? Pensaba que a día de hoy esto solo designaba eso, una cocinilla. Debe ser que este exilio “voluntario” me ha dejado más en la parra lingüística de lo que yo pensaba.
Estoy de acuerdo: no podemos cambiar el diccionario para cambiar la mentalidad. Eso me parecería una manipulación mayúscula (a pesar de que está muy en boga entre nuestros políticos de ahora, eso de “endulzar” el lenguaje…). Pero me parece una vergüenza que estas definiciones sigan por ahí pululando. Lo peor es que muchas veces ni nos damos cuenta. El patriarcado está tan incrustado en nuestra sociedad, en nuestras connotaciones, que ni lo vemos. No vemos en esas definiciones una humillación a las madres que no han querido pasar por el altar, que no han necesitado un marido (vivo o muerto). No vemos en esas definiciones un ataque a la autoestima de los hombres que no son “valientes” o “firmes”. Valiente imbécil el que puso esa acepción ahí, eso sí. No vemos en esos términos una opresión a la excesiva libertad (¡¿perdón?!). No vemos el ridículo, la falta de sentido de afirmaciones tan absurdas como “jefe de una familia”.

El lenguaje representa la sociedad, cierto. Y si en los orígenes de esta sociedad que me provoca vergüenza y rabia tan a menudo, partimos de un pensamiento machista que se ha reflejado por los siglos de los siglos en un lenguaje machista, puedo entender (que no estar de acuerdo con) la presencia de dichas definiciones. No obstante, ¿no va siendo ya hora de hacer una revisión exhaustiva de tanto término anacrónico? ¿No va siendo ya hora de poner remedio al lenguaje machista, opresivo, humillante e intolerante que contamina nuestra lengua? Señores eruditos de la Real Academia Española, han preferido ustedes incluir en su excelentísimo diccionario palabras como “almóndiga” o “asín” (esto es, ¡errores de la lengua!) antes que excluir un machismo que recuerda a la Edad Media. Pero claro, entiendo que están muy ocupados “limpiando, fijando y dando esplendor”.


Vale, nuestra lengua es así por cómo pensamos y por cómo hemos pensado durante años: que la sociedad española ha sido y es machista, pues toma lenguaje (y, por ende, diccionario) machista. Pero gracias a actualizaciones como esta, que llegan con años de retraso, está claro que a pesar de todos los esfuerzos lo que pensamos no va a determinar nuestra lengua, o al menos no nuestro diccionario.

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