Dar el primer paso: ¡hecho!

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Cuando me he levantado esta mañana no pensaba que fuera a ser un día que marcara mi futuro. De hecho, me he levantado tarde, y me he duchado, peinado, vestido y salido de casa en 10 minutos: todo un récord. No he tenido tiempo de reflexionar sobre si quería ir al trabajo o no, simplemente no tenía tiempo para ello, había que hacerlo. Sin embargo, no es la regla. Por lo general tengo un momento de depresión antes de levantarme de la cama, como los niños pequeños cuando dicen "no quiero ir al cole". Y después de varios meses teniendo ese sentimiento, me dije que había algo que no iba bien. Sí, sé que mucha gente se levanta por las mañanas sin querer ir al trabajo. La perspectiva de levantarse de la cama antes de que salga el sol, los 30 minutos de trayecto en metro, las caras largas, el ritmo repetitivo del curro... Sé que no soy una excepción. Pero con casi 25 años y una vida en la que casi siempre he llevado las riendas, sentía que cada día vendía un poco más mi alma al diablo y me intentaba autoconvencer: "no es que estés perdiendo tu esencia, ni estás olvidando lo que te apasiona y hace feliz, simplemente estás volviéndote responsable. Por eso ahora sabes que no puedes dejar tu trabajo así como así, que necesitas un plan antes de tomar una decisión tan grande. Ya no puedes ser tan impulsiva como cuando no tenías grandes responsabilidades". Y así han pasado los días, y los meses.

Muchas veces he tenido la tentación, al llegar al trabajo, de decir: "Que no, que no vengo más. Lo siento". Y como las cosas no se pueden hacer así de mal, pues lo dejaba hasta reflexionar sobre el tema, hasta estar más informada de cómo se debe proceder. Con lo desastre que soy, nunca me informo de cómo se debe proceder y, por ende, nunca doy el paso de decir "hasta aquí". Por eso hoy me ha pillado de improvisto. Ni siquiera estoy descontenta en el curro actualmente, pero hablando con una compañera de trabajo a la hora de la comida, algo ha hecho "clic" en mi cabeza y me he dicho: "coño, Lucía, ¿cuántos meses llevas queriendo irte? Toma las riendas del caballo desbocado en el que se ha convertido tu vida y ¡vuelve a ser la de antes!". Y como enviar un mail es muy fácil, he convocado a mi responsable. Empieza la cuenta atrás: "en dos horas habré comunicado lo que me carcome desde hace meses...", "en una hora habré anunciado que me quiero ir"... Madre mía, cuando quedaban solo 30 minutos antes de la reunión he entrado en pánico "¡No me he informado nada! ¡Cómo se hace? ¡Qué digo?".

¿El resultado? Muy bueno. He dicho la verdad, y algunas cosas me las he guardado, porque son tan ingenuas que hasta me da un poco de vergüenza compartirlas. Y ahora queda lo más largo: todo el proceso de dejar el trabajo. Así que, técnicamente, lo que ha pasado hoy no ha sido nada relevante. Excepto para mí. El primer paso ya está dado. El primero, que es casi siempre el más importante, el definitivo. ¡Me voy! ¡Me las piro! Ah, ¡qué bien sienta decirlo a los cuatro vientos! Habría querido gritarlo en el metro: ¡Hoy he dado el primer paso hacia lo que me hace un poco más feliz!

Ahora se abre la gran incógnita: ¿qué quiero hacer con mi vida? Preveo un aluvión de preguntas como: ¿y en qué vas a buscar trabajo? ¿ya tienes un plan de qué hacer después?, o frases como: ¡pero cómo se te ocurre irte, sin haber buscado nada más! Sí, sé que es "irresponsable", que no es una decisión muy madura y que es posible que me arrepienta cuando el dinero empiece a escasear. Pero el alma me lo pedía a gritos. Así que respondiendo a todos los que se lo pregunten: no tengo ni idea de qué hacer con mi vida; sí, me preocupa quedarme en la miseria después de haber trabajado tan duro, pero estoy harta de vender mi tiempo por algo que no me llena; no quiero sentirme culpable por la decisión que he tomado, es lo que me pedía el cuerpo y estoy TAN ORGULLOSA de haberlo hecho... me vuelvo a sentir un poco más "yo", con mis decisiones impulsivas y siguiendo mis ideales...; sí, estoy aterrorizada de no descubrir qué me apasiona, hace mucho que no me lo planteo y he perdido la ilusión por todo... Pero sobre todo, ahora mismo me siento súper feliz y liberada, ¡y orgullosa!

Llevaba mucho tiempo reflexionando sobre el hecho de que en esta sociedad y en este sistema nos hemos olvidado de escucharnos, de dedicarnos tiempo para saber qué nos hace felices. Nos sometemos a "auto-torturas" cotidianas que nos quitan la ilusión y nos alejan de nuestras metas personales. Sobrevaloramos el dinero e infravaloramos hasta el extremo nuestros sentimientos. Tal vez resulta estúpido escribir esto porque tenemos una voz "interior" que nos han enseñado a escuchar que nos dice "no se puede vivir de los sueños, hay que ser realista". Y yo digo: lo que no se puede es tirar los sueños por la borda antes incluso de haberlos intentado.

Y, sin duda, lo mejor de todo es poder contar con amigos que te entienden, que te apoyan y que incluso comparten tu opinión. ¿Y qué si quiero dedicarme, por ejemplo, a tener una fábrica de queso de cabra? ¿Y qué si quiero pasar un tiempo sin responsabilidades, intentando descubrir lo que me apasiona de verdad? Como me ha dicho un amigo hoy mismo: "es una puta locura, lo sé". Pero, al fin y al cabo, lo que perdura en la memoria y en el corazón son las locuras que hemos vivido.

(Hoy me siento un poco así. No, no como una vaca...)

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