El libro de tu vida

Todos tenemos uno, o varios.
Entre los muchos (o pocos) libros que has leído a lo largo de tu vida, hay uno te ha cautivado el corazón, o el intelecto, y tiene ese je ne sais quoi que te hace querer leerlo una y otra vez, aunque los años pasen y el libro nunca vuelva a ser el mismo que leíste la primera vez. Puede que seas una persona que adore leer y una experta en la materia de la literatura, o puede que no, y que justo aquel libro que cayó en tus manos por casualidad haya sido EL libro. Los libros de tu vida son como los amores: hay gente que lo encuentra a la primera, y otros que han tenido que pasar por muchos para dar con el bueno. O puede que los hayas coleccionado en el recuerdo con el paso del tiempo, y no los quieras por igual ni para las mismas cosas pero todos hayan sido amores de tu vida.

El primer libro de mi vida lo conocí muy pequeña. Tenía unos 10 años o así. Me lo compró mi madre y lo curioso es que casi no se convierte en el libro de mi vida porque casi no lo leo... el principio me parecía un coñazo rollo. Ahora lo recuerdo y como soy algo friki, me mola pensar que lo seguí leyendo por alguna razón que me escapa, y resulta que desde entonces hemos tenido una relación estupenda. Me encantaría poder decir que pocas personas lo conocen y que soy una afortunada por haberlo encontrado... pero va a ser que no. Eso sí, por aquel entonces poca gente lo conocía (al menos, la gente de mi entorno), así que lo recomendé una y mil veces y compartí mi pasión con todo el mundo. ¡Ese libro tenía que ser leído! Sin embargo, cuando fui a Escocia, me di cuenta de que no solo había sido leído, sino que era un boom. Y menudo boom...
¡Harry Potter estaba en todo el mundo! Leí cada libro un montón de veces (los 4 primeros los leí 7 veces cada uno, no exagero...) y a cada lectura me parecía increíble cómo J.K. Rowling podía haber creado un universo tan maravilloso y complejo. Yo no soy muy de ciencia-ficción, tal vez por eso con Harry Potter flipé en colores. Me intrigaba, me partía de risa (sobre todo con Ron y los gemelos, ¡eran tronchantes!), lloraba... y lo leía con un ansia voraz. Cuando terminaba un libro, me dejaba un tiempo de "luto" hasta poder leer otra cosa, para guardar el buen sabor de boca; y cuando Fred murió, estuve una semana deprimida. Cogí tanto cariño a los libros que estaban entre mis "5 cosas que llevaría a una isla desierta" y los guardo (aunque los presto) con mucho cariño, para pasárselos a mis posibles hijos algún día. Cuando viví en Exeter me dijeron que J.K. Rowling se había inspirado de algunas partes de la ciudad para sus libros y fue la guinda del pastel para que me encantara la ciudad; cuando descubrí que Albus Dumbledore era gay en un examen (era un texto que teníamos que analizar o traducir) casi no pude hacerlo, me costó concentrarme tan maravillada como estaba porque nunca me había percatado de ello leyendo los libros; y cuando estuve en Edimburgo casi me emociono al hacerme una foto en la cafetería donde la autora empezó a escribirlos. Sí, estoy fatal.

Por si a estas alturas hay gente que aún no lo ha leído, ¡hacedlo! Como en el amor, la literatura no tiene edad: los libros molan mucho. Si eres pequeño serán mil veces mejor porque se vive cada frase como si estuvieras en Hogwarts, ¡increíble! Pero si eres adulto puedes apreciar la escritura y cómo cada detalle, cada nombre, cada personaje está estudiado al milímetro. Si además se tiene alguna base de latín, aún mejor. Aunque por si acaso, no hagáis mucho caso de mi percepción, ya se sabe que el primer amor se idealiza. Podéis quedaros con esto: después de tantos años, me encuentro con que aún tengo ganas de leerlo de vez en cuando. Ayer volví a empezar el 5°, esta vez en inglés. Sí, puede resultar un poco patético leer Harry Potter a mi edad, pero el primer amor nunca se olvida. Y si encima puedes volver a revivirlo, no hay que negarse esa oportunidad.

Comentarios