Reseña de Memorias de una geisha

Hay muchas maneras de viajar, y cuando no podemos permitirnos el billete de avión o no nos quedan días de vacaciones en el trabajo, la mejor forma de escaparse y conocer un nuevo país y cultura es leer. Mi abuela está enamorada de Venecia, de sus canales, de la plaza de San Marcos y de la catedral, de las góndolas y de la arquitectura. Y nunca ha estado allí, pero se conoce la ciudad de memoria de tanto haber leído sobre ella. Así me transmitió el sentimiento de "conocer" un sitio sin haber estado nunca, de saber que se puede aprender sobre un lugar sin haberlo llegado a pisar en la realidad.

Con Memorias de una geisha me ha pasado algo más o menos parecido. Japón es un país que nunca me ha llamado demasiado la atención, tal vez por todos los avances tecnológicos... Y por lo tanto nunca me ha apetecido leer nada que provenga de esta cultura. Queda muy feo decirlo, pero no me atraía mucho. Sin embargo, me prestaron Memorias de una geisha y como llevaba varias recomendaciones de conocidos y familiares, y estaba en mi lista de libros por leer desde hacía años, me sumergí en su lectura.

Narra la historia de una niña japonesa que es vendida como esclava junto con su hermana. Pero no estaban destinadas al mismo lugar: a ella la llevan a una okiya y a su hermana a un burdel. A partir del encuentro con un hombre que será crucial para su destino, la vida de Chiyo se convierte en una sucesión de desventuras que deberá ir afrontando desde la más tierna infancia. Es obligada a ser sirvienta hasta poder comenzar su educación como geisha, oportunidad que pondrá en peligro al intentar volver con su familia. Atrapada y sin esperanza, el encuentro con otro hombre determinante para el curso de su vida le mostrará el camino para salir de la mísera vida a la que parece destinada. A pesar de su deseo por convertirse en geisha, encontrará en todo momento grandes dificultades, sobre todo debido a la envidia de Hatsumono, aunque contará con la incondicional ayuda de Mameha, su hermana mayor.

Memorias de una geisha nos lleva al Japón que existía antes de la Segunda Guerra Mundial, concretamente al barrio de Gion, en Kioto. Allí despliega ante nosotros el mundo de las geishas, de la organización de las okiyas y del protocolo para colocarse el kimono. Describe con delicadeza los gestos de la ceremonia del té y dibuja en nuestra imaginación los bordados de los kimonos más elegantes. Nos enseña las disciplinas que una geisha debe dominar y nos lleva a un mundo donde la desobediencia y la falta de respeto no tienen cabida.

Es el primer libro de memorias que leo, por lo que no sé cómo suelen narrarse este tipo de novelas. Tal vez es por ello que muchos de los personajes me han parecido algo planos: los buenos son buenos y los malos lo son de principio a fin. Por un momento en la novela pensé que todo era blanco o negro, no había lugar para los matices. Pero conforme se avanza en ella se encuentran algunos que sí dejan ver la complejidad humana y el hecho de que no todo está definido claramente. Eso sí, han sido pocos.

Las metáforas, la forma de narrar y el estilo me han gustado mucho. Pero lo que más me ha gustado ha sido el interés que ha despertado en mí para seguir leyendo e interesándome por la compleja cultura de Japón, por la que nunca me sentí atraída y por la que ahora siento gran curiosidad. Tal vez la época tecnológica no me interese demasiado, ni sus baños inteligentes o sus gustos coloridos, pero si un libro es capaz de hacerme creer que un kimono es la prenda más delicada jamás bordada, entonces habrá que hacer cura de humildad y aprender un poquito más antes de decir "esto no me llama nada".

Comentarios